INSTALACIÓN "TROFEOS DE CAZA"
PARA EL PROYECTO GALERÍAS 2018
EN LA CÁRCEL DE SEGOVIA
La instalación objetual “ Trofeos de Caza” denuncia la violencia de género a través de
diferentes peanas de taxidermia en las que se expone, a modo de trofeo de caza,
ropa interior femenina, poniendo en evidencia que la violencia de género, como
manifestación extrema de la desigualdad, no es un problema «de» las mujeres
sino un problema «para» el género femenino, un problema cuyos efectos sufren
las mujeres, independientemente de su edad, raza o condición social, por ello
las placas doradas de las peanas tienen grabadas el par de cromosomas del sexo
femenino (XX), la fecha, lugar y edad de las diferentes mujeres que han sido
violadas a lo largo del 2018. Toda la información contenida en las placas es
real, obtenida de noticias de prensa, por ello se ha omitido el nombre de las
víctimas, con el fin de respetar su privacidad.
El tamaño de las peanas hace
referencia a la edad, siendo las más grandes corresponden a víctimas de mayor
edad (74 años la mayor) y las más pequeñas a chicas menores de edad que han
sido violadas (siendo la menor de 8 años), o a grupos menores de edad, como las
niñas de entre 8 y 12 años que sufrieron
violaciones en el CAMPAMENTO “EL TRASTO” (HORNILLOS DE ERESMA, VALLADOLID), tal
como se puede observar en las peanas centrales situadas una frente a otra.
La
violencia machista es además un problema de una sociedad aún androcéntrica y
patriarcal que establece la posición de inferioridad del género femenino y su
supeditación a los varones en base a determinadas creencias, prejuicios y mitos
que fundamentan la construcción de los roles e identidades asignados a hombres
y mujeres al nacer de acuerdo al sexo biológico. Los estereotipos de sexo y
género dictan lo que deber ser o es «ser hombre» y lo que significa «ser
mujer», legitimando la desigualdad, la subordinación o la inexistencia
simbólica de las mujeres de acuerdo al binomio dominio-sumisión,
poder-fragilidad, activo-pasivo, sujeto-objeto… en que se justifica la
imposición de la violencia, una violencia no sólo física, como las agresiones
sexuales sufridas por esas mujeres víctimas de violaciones, sino también
psicológica, representada en las vainas de balas esparcidas por el suelo. La
violencia de género tiene su origen en la forma de entender la masculinidad, la
arquetípica hombría, cuyos valores eternos establecen que para “ser hombre”,
como integrante del grupo sexual dominante, se ha de ejercer la violencia,
entendida como supremacía o capacidad de imponerse físicamente o mandar. Para
ratificar esta posición de poder, de superioridad, el hombre busca conquistar
al “sexo débil” aunque sea sometiéndolo a la fuerza para poder así preservar el
supuesto “orden de género”.
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