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Arte y denuncia social

viernes, 8 de marzo de 2019

"Trofeos de Caza", 2018

INSTALACIÓN "TROFEOS DE CAZA" 
PARA EL PROYECTO GALERÍAS 2018 
EN LA CÁRCEL DE SEGOVIA

La instalación objetual “ Trofeos de Caza” denuncia la violencia de género a través de diferentes peanas de taxidermia en las que se expone, a modo de trofeo de caza, ropa interior femenina, poniendo en evidencia que la violencia de género, como manifestación extrema de la desigualdad, no es un problema «de» las mujeres sino un problema «para» el género femenino, un problema cuyos efectos sufren las mujeres, independientemente de su edad, raza o condición social, por ello las placas doradas de las peanas tienen grabadas el par de cromosomas del sexo femenino (XX), la fecha, lugar y edad de las diferentes mujeres que han sido violadas a lo largo del 2018. Toda la información contenida en las placas es real, obtenida de noticias de prensa, por ello se ha omitido el nombre de las víctimas, con el fin de respetar su privacidad.
El tamaño de las peanas hace referencia a la edad, siendo las más grandes corresponden a víctimas de mayor edad (74 años la mayor) y las más pequeñas a chicas menores de edad que han sido violadas (siendo la menor de 8 años), o a grupos menores de edad, como las niñas de entre  8 y 12 años que sufrieron violaciones en el CAMPAMENTO “EL TRASTO” (HORNILLOS DE ERESMA, VALLADOLID), tal como se puede observar en las peanas centrales situadas una frente a otra.
La violencia machista es además un problema de una sociedad aún androcéntrica y patriarcal que establece la posición de inferioridad del género femenino y su supeditación a los varones en base a determinadas creencias, prejuicios y mitos que fundamentan la construcción de los roles e identidades asignados a hombres y mujeres al nacer de acuerdo al sexo biológico. Los estereotipos de sexo y género dictan lo que deber ser o es «ser hombre» y lo que significa «ser mujer», legitimando la desigualdad, la subordinación o la inexistencia simbólica de las mujeres de acuerdo al binomio dominio-sumisión, poder-fragilidad, activo-pasivo, sujeto-objeto… en que se justifica la imposición de la violencia, una violencia no sólo física, como las agresiones sexuales sufridas por esas mujeres víctimas de violaciones, sino también psicológica, representada en las vainas de balas esparcidas por el suelo. La violencia de género tiene su origen en la forma de entender la masculinidad, la arquetípica hombría, cuyos valores eternos establecen que para “ser hombre”, como integrante del grupo sexual dominante, se ha de ejercer la violencia, entendida como supremacía o capacidad de imponerse físicamente o mandar. Para ratificar esta posición de poder, de superioridad, el hombre busca conquistar al “sexo débil” aunque sea sometiéndolo a la fuerza para poder así preservar el supuesto “orden de género”.

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